"Mi verdadera gloria no está en haber ganado cuarenta batallas, lo que nada borrará, y vivirá eternamente, es mi Código Civil".
Entre las obras destinadas a la reconciliación nacional, el Código Civil o "Código Napoleónico" merece un lugar especial. Su promulgación afianzó definitivamente los logros del período revolucionario tanto en lo ideológico como en lo material. Gracias a esta monumental obra legal, las clases burguesas que se enriquecieron con la compra de bienes requisados a los aristócratas tuvieron una garantía legal de la que hasta entonces carecían.
En lo que se refiere a su contenido, el Código Civil era un texto ecléctico que reunía principios de la Revolución -espíritu de igualdad y libertad de los ciudadanos, abolición del régimen feudal, libre acceso a la propiedad y aplicación del individualismo como base del derecho-, preceptos del derecho romano y normas del antiguo régimen.
El propio Bonaparte participó activamente en 36 de las 84 discusiones que se mantuvieron entre 1800 y 1804 para realizarlo. Cuando apareció su compendio definitivo, exclamó: "He cerrado la cima de la anarquía, he ordenado el caos; he purificado la Revolución". Por primera vez desde que Constantino abrazara el cristianismo, el derecho pasó a estar fundado exclusivamente sobre bases laicas y racionales y no religiosas. Por su esfuerzo compilador, el Código de Napoleón fue adoptado incluso por sus enemigos.